Jueves, 28 de Marzo 2024

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¿Para qué sirve la política?

Por: Jonathan Lomelí

¿Para qué sirve la política?

¿Para qué sirve la política?

Decía Baltasar Gracián, filósofo español del Siglo de Oro, que una sola es la ventaja del mandar: poder hacer más bien que todos. 

Siempre me han inquietado las razones detrás de un político que busca el poder con un cargo cada vez más alto. 

¿Qué los mueve? ¿Las ganas de “hacer más bien que todos”? ¿La adulación y el prestigio? ¿El poder por el poder? ¿La fantasía por trascender en la historia? ¿O el vulgar dinero y los negocios? 

Uno creería que la riqueza mueve en gran medida a estos hombres, pero les sorprendería la cantidad de políticos acaudalados que bien podrían dedicarse a disfrutar su fortuna en vez de pelear por un puesto de elección popular. 

Debe haber algo más. Un impulso inconfesable, literal, porque cuando he indagado en los resortes que los impulsan -le he preguntado a más de uno- caen en la complacencia de responder que sólo quieren servir al prójimo. 

No dudo que muchos en verdad busquen el bien común, pero no son la mayoría. O al menos creo que no ocupan las posiciones más encumbradas. 

Estas reflexiones me surgen con el creciente ajetreo en torno a la anticipada sucesión presidencial en el país, cómo se atropellan unos a otros en un reality show sin interrupción y de una injustificada sobreexposición mediática. 

Al ciudadano común, les aseguro, todo esto lo cansa, decepciona y socava sus ganas de creer que este país tiene una salida. Sobre todo porque faltan más de dos años para el final del sexenio, no hemos contenido la violencia criminal, enfrentamos una inflación galopante y todas las formas de pobreza, laboral y alimentaria, amenazan a esta y futuras generaciones. 

Mientras tanto, en la esfera pública surgen otros temas más “urgentes” como una colombiana que habla alienígena en televisión abierta. 

Mientras tanto, los medios y la clase política discutimos quién será el candidato presidencial. 

Mientras tanto, Alejandro Moreno, presidente del PRI, aficionado a los tratamientos de belleza, el desvío de recursos y la patanería, se resiste a dejar la dirigencia porque quiere ser Presidente. 

Mientras tanto, las tres “corcholatas” de López Obrador, en pleno ejercicio del poder para resolver una crisis migratoria (Ebrard), sacar adelante una ciudad (Sheinbaum) y reconstruir el minado estado de derecho en el país (Adán Augusto), airean sus sueños presidenciales en un mitin. 

Lamento decirles que el destape anticipado por la sucesión presidencial revela una concepción de la política y los partidos sólo como una vía para llegar al poder, no para transformar la vida de los ciudadanos.

Seguirles el juego solo nos hace cómplices o, peor, sirvientes de esa visión utilitaria de la política. 

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