Sábado, 20 de Abril 2024

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Oda a la alegría

Por: Jaime García Elías

Oda a la alegría

Oda a la alegría

De la Novena Sinfonía (“Coral”) de Beethoven, debe haber cien grabaciones de referencia: desde las versiones cuasi-legendarias dirigidas por Furtwangler y Toscanini, hasta las contemporáneas de Paavo Jarvi, Simon Rattle y Ricardo Chailly, pasando por las clásicas de Celibidache, Klemperer, Abbado, Böhm, Baremboim, Mehta, Muti, Karajan, Frübeck de Burgos, Kubelik y un largo etcétera. Todas ellas, a tono con la partitura: colosales. Cada una, con el sello personal de la batuta que les dio vida. Todas, además, con una particularidad inimitable e irrepetible, asociada con las voces de los solistas que asimismo dieron vida a los versos de la “Oda a la Alegría”, de Schiller, que, musicalizados en forma portentosa por El Genio de Bonn, han hecho de esta obra maestra el Everest -la cumbre más alta del mundo- de la música.

Con la obertura La Consagración de la Casa y la citada Novena Sinfonía de Beethoven, pues, probablemente la sinfonía más escuchada (parcialmente al menos) en este planeta en los 197 años -cumplidos el pasado 7 de mayo- transcurridos desde su estreno y “per omnia saecula saeculorum”, se presentó la Orquesta Solistas de América, dirigida por Iván López Reynoso, la noche del sábado en la Sala Plácido Domingo del Complejo Santander de Artes Escénicas.

La respuesta del público, en cuanto a cantidad y entusiasmo, fue excelente. Prueba de ello, los aplausos -reprobados por los puristas- al final de cada movimiento, y las ovaciones al cabo de la velada, que obligaron, como “encore”, la repetición de los últimos cien compases, acaso los más brillantes, de la partitura.

La orquesta fue una selección de músicos jóvenes que ejercen en varios ensambles del país. El resultado fue más que aceptable, aunque quedó la sensación de que faltaron ensayos para lograr una mayor definición de los infinitos matices de una obra que parece renovarse cada vez que se escucha.

López Reynoso madura ostensiblemente como director. Sobrio, dominador de la partitura -dirigió de memoria-, quizá tuvo sus mejores momentos en los pianísimos de las cuerdas graves al exponer el tema principal de la obra al inicio del cuarto movimiento.

La contribución del Coro Municipal de Zapopan, obviamente familiarizado con la “Coral”, mereció nota de sobresaliente. En cuanto a los solistas (la soprano Lorena Fores, la mezzosoprano Vanessa Jara, el tenor César Delgado y el barítono Carlos Flores), hicieron su mejor esfuerzo por conseguir la nota aprobatoria, y -desde la perspectiva de un público notoriamente más inclinado a la indulgencia que al rigor crítico, al menos- lo consiguieron.

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