Viernes, 19 de Abril 2024

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A estos criminales hay que ponerles un alto. No es violencia, es aplicar la Constitución y la ley. Es lo que usted protestó cumplir al aceptar el cargo de Presidente

Por: Santiago Creel Miranda

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¿En qué país vivimos, para que tenga el lastimoso deber de recriminar al Presidente de la República por haber defendido al crimen organizado con motivo de los humillantes hechos ocurridos en el municipio de Nueva Italia, Michoacán?

Presidente López Obrador, no se trata de saber si los criminales por su condición humana, deben ser objeto de cuidados. Para eso están los protocolos y reglamentos específicos sobre el uso de la fuerza del estado — que, por cierto, se carece de ellos tal y como lo mandata la Constitución— y el debido proceso.

De lo que se trata, Presidente, es saber si los criminales en este país, deben ser perseguidos, aprehendidos y sancionados y si el gobierno debe o no proteger a la sociedad de sus actos delictivos.

A los criminales no se les cuida huyendo. Esto los empodera, los llena de soberbia y al mismo tiempo, golpea la columna vertebral de nuestros soldados. Amén de su ya mermada estima por la desnaturalización de sus funciones constitucionales, principalmente las asociadas con la seguridad pública y la consecuente responsabilidad que ello trae aparejado por las violaciones ocurridas a los derechos humanos, que inclusive puede ir más allá de nuestros propios tribunales.

Imagínese, presidente López Obrador, si el heroico presidente Zelenski, de Ucrania, hubiese seguido su lógica y decide no enfrentar a Putin y a su ejército, porque quienes lo invadieron y están matando a su pueblo son seres humanos y deben ser objeto de cuidado, como usted lo ha dicho.

Lo mismo podríamos decir del presidente Juárez y la forma como expulsó al invasor y ganó la guerra de intervención; con su razonamiento Presidente, hoy México podría no ser una república.

Ahora piense, Presidente, en el mal que origina el crimen organizado a nuestra nación: una violencia que ha provocado la gran mayoría de los 120 mil homicidios dolosos que han ocurrido en poco más de tres años, además de los diferentes delitos desplegados en su actividad criminal, incluyendo desapariciones, secuestros, lesiones y el infinito daño y dolor que causan.

Los criminales, en su malévola actividad enganchan con su droga a miles y miles de jóvenes, causando muertes y daños irreparables, que producen un terrible dolor en los adictos, en sus familias y no solamente en las mexicanas, sino también, en las de nuestros vecinos, a quienes les originan igualmente un daño irreparable de más de 70 mil muertes por sobredosis de fentanilo al año.

Tómese el tiempo, Presidente, y reflexione igualmente sobre la afectación a nuestro Estado de derecho: su constante debilitamiento, lo que se traduce en un impune velo que hoy protege la gran mayoría de los crímenes que estas organizaciones cometen y la corrupción que se genera ante la disyuntiva de “plata o plomo”.

Igualmente, las actividades criminales afectan la soberanía con los controles territoriales que ostentan y el consecuente sometimiento que imponen a gobiernos de todos los niveles lo que, además, atrofia el sistema policial de seguridad pública en prácticamente todo el país.

Igualmente, están los ataques constantes a nuestra democracia por su intervención en los procesos electorales y la sumisión de futuros gobiernos a sus intereses criminales; también se ve afectado nuestro orden de libertades por los continuos y reprobables asesinatos de periodistas y comunicadores; asimismo, estas actividades criminales originan una peligrosa interacción en todos los planos de la vida social y los antivalores que inculcan sus prototipos, principalmente a los jóvenes.

En el plano de la economía estas actividades le originan a la nación y a su bienestar un gran daño que incide directamente en su desarrollo: el freno a las inversiones que el país tanto necesita, la constante afectación que se le infiere al turismo y a las actividades productivas y comerciales, los severos impactos al empleo formal, así como, la expansión de la economía informal que favorece múltiples negocios ilícitos y el lavado de dinero. A esto se suman, la disminución en los ingresos públicos por la evasión de impuestos, la afectación a los recursos presupuestales y la amenaza permanente al sistema financiero.

Las actividades criminales también afectan en el plano internacional, particularmente en la generación de innumerables conflictos con nuestros vecinos del norte y del sur y el lamentable descrédito de nuestro país ante el mundo.

Presidente López Obrador, estos gravísimos males que genera el crimen organizado, son los que el Estado Mexicano sin dilación debe enfrentar y resolver, es lo que genera ese dolor evitable del que hablaba Gómez Morín, el que proviene de seres humanos, en este caso, de quienes integran las organizaciones criminales, que son eso, delincuentes, su misión es infligir un mal a otros seres humanos que desean vivir en paz con sus familias y seres queridos.

A estos criminales hay que ponerles un alto y cuando sea necesario hacer uso legítimo de la fuerza del Estado, eso que usted equivocadamente llama violencia, cuando dice que la violencia no se puede combatir con violencia. No es violencia, es aplicar la Constitución y la ley. Es lo que usted protestó cumplir al aceptar el cargo de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
 
Diputado del PAN

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