Martes, 23 de Abril 2024

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Los tiburones de la corrupción

Por: Jonathan Lomelí

Los tiburones de la corrupción

Los tiburones de la corrupción

Imaginemos este país como un gran estanque en donde nadan los tiburones de la corrupción a sus anchas. Ante el problema, creamos un Sistema Nacional Anticorrupción para acabar con esos “peces gordos”, pero a la vuelta de los años descubrimos que sirvió de poco o nada. 

¿Por qué? Hay que castigar la voracidad de estos escualos que nadan plácidamente en la función pública, pero no sólo eso, también debemos modificar las condiciones del agua turbia donde crecen y se reproducen. 

Esta metáfora sintetiza la esencia del informe “Combate a la Corrupción en México 2020”, presentado en Guadalajara por el Instituto de Investigación en Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción de la UdeG. 

En el evento, Mauricio Merino, director del organismo, planteó una idea y una crítica que me dejó pensativo: no avanzamos porque confundimos la corrupción con la conducta de personas corruptas. 

Pensemos en Antonio Cruces Mada, ex secretario de Salud, preso por la compra irregular de equipos de videovigilancia y unos nombramientos indebidos. Lo procesó la Fiscalía Anticorrupción de Jalisco, creada a partir del Sistema Nacional Anticorrupción. Ahora, ¿eso es combatir efectivamente la corrupción? No del todo. 

El informe revela que hasta ahora hemos perseguido a esos “peces gordos” con un énfasis punitivo y hasta espectacular. Sin embargo, nos hemos enfocado solo en las consecuencias (el funcionario que comete un acto de corrupción), no en las causas. 

Esto tiene implicaciones graves: individualiza el fenómeno y no lo ve como un sistema; lo reduce a una anomalía aislada de individuos inmorales, y deja intactas las estructuras y condiciones que favorecen la corrupción. No toca el agua turbia del estanque, pues. 

Por otra parte, los procesos penales por corrupción, como el caso de Cruces Mada, se sostienen muchas veces en cuestiones procesales o meras violaciones a la formalidad burocrática, no en aspectos sustantivos. 

La distracción de una firma sin leer el documento, un requerimiento administrativo que se omitió o un proceso burocrático inacabado sostienen este tipo de casos “emblemáticos”. Por eso enfrentan acusaciones por delitos no graves. En cambio, libran penas más severas por enriquecimiento ilícito, peculado o lavado de dinero. 

Otro ejemplo: ayer la Fiscalía Anticorrupción de Jalisco informó de la prisión preventiva dictada a un ex subdirector del SIAPA por autorizar la contratación de un software que no cumplía con lo requerido. 

El diagnóstico abre muchas áreas de oportunidad. El Sistema Nacional Anticorrupción, e inferimos que su réplica a nivel estatal, funciona de forma fragmentaria, sin coordinación y altamente burocratizado. A tal grado que sólo se ha convertido en una medida de simulación del propio sistema para ocultar… la corrupción. 

No hay evidencia de que se combatan las causas y que se castigue la corrupción pese a contar con leyes e instituciones para ello. 

Sin embargo, a los tiburones en el estanque les interesa hacernos creer que el combate a la corrupción ha avanzado en el país mientras siguen nadando de lo lindo en sus aguas turbias. 
 

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