Viernes, 29 de Marzo 2024

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Las vacaciones de Gatell y la pizza de Alfaro

Por: Diego Petersen

Las vacaciones de Gatell y la pizza de Alfaro

Las vacaciones de Gatell y la pizza de Alfaro

Cuentan que, allá en los finales de los años sesenta y principios de los setenta, tras el Concilio Vaticano II, una buena parte de los sacerdotes y monjas estaban convencidos de que el celibato dejaría de ser una obligación para los consagrados. No eran pocos los curas y monjas que le daban vuelo a la hilacha y, como dice el chiste, no colgaban los hábitos, tan sólo se lo arremangaban, por lo que el padre superior de una de congregación les decía a sus subordinados: no les pido que sean castos, nomás cautos, hermanos, cautos.

La carne es débil, suelen decir los curas y ministros religiosos cuando hacen algo contrario a lo que predican, pretendiendo con ello justificar sus conductas. Luego discutimos si lo débil es la carne o el discurso trasnochado, lo cierto es que la explicación resulta tan patética como la que dieron el gobernador Enrique Alfaro y el vocero de salud del Gobierno federal, Hugo López-Gatell sobre su salida a cenar y sus vacaciones en Zipolite, respectivamente.

¿Tienen derecho los funcionarios públicos al descanso y a la diversión? Por supuesto que sí, eso no está a discusión. A lo que no tienen derecho, y ese es el tema, es a decir una cosa y hacer otra, a poner en entredicho las políticas y las instituciones que ellos representan. El ejercicio del poder, que es privilegio de unos cuantos, conlleva una serie de responsabilidades y limitaciones que no tiene el resto de los mortales. Es el respeto a la investidura, como bien lo dice el presidente López Obrador, aunque él use la investidura como excusa para no escuchar lo que no quiere escuchar.

¿Tienen derecho los funcionarios públicos al descanso y a la diversión? Por supuesto que sí. A lo que no tienen derecho, y ese es el tema, es a decir una cosa y hacer otra

Es imposible medir las consecuencias de una escapadita a cenar o un fin de semana en la playa, de lo que no hay duda es que las tienen. Si el encargado federal de convencernos de que nos quedemos en casa y que dijo en un tuit que estas vacaciones no eran unas vacaciones normales, se va porque está muy cansado (lo cual nadie duda, debe ser terriblemente desgastante dar todos los días explicaciones de una política que, medida desde sus propios pronósticos, es, sin duda, fallida); si el que nos regaña por salir de casa se va a comer una pizza con sus cuates porque está harto del encierro, el discurso pierde toda credibilidad y el comportamiento se modifica. A diferencia del común de los mortales su transgresión sí tiene consecuencias.

Nadie les pide a los funcionarios que no descansen ni que no tengan momentos de esparcimiento en que rompan la rutina y piensen en otra cosa. Nadie les pide que sean superhéroes ni que hagan una vida monacal, pero como a los curas de aquellos años hay que exigirles que sean cautos porque no sólo son quienes son, sino quienes representan.

diego.petersen@informador.com.mx

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