Hace 12 meses las grandes compañías farmacéuticas del mundo iniciaron una competencia para desarrollar una vacuna útil para combatir la pandemia. Fue un desafío científico y al mismo tiempo, un reto industrial y, por supuesto, también una oportunidad comercial. Estados Unidos, Europa, China y Rusia alentaron a su industria mediante inversiones y estímulos diversos. Al fin de cuentas sus equipos lograron contar con reactivos que mostraron su eficacia.En ese proceso los mecanismos internacionales jugaron un papel complementario; tanto la OMS como la ONU plantearon la necesidad de contar con mecanismos para asegurar el acceso de todos los humanos a las vacunas, pero la realidad geopolítica se impuso. La habilidad de las naciones para negociar contratos con compañías y gobiernos fue determinante para lograr una buena posición, pero aun así, poco a poco el sentimiento nacionalista de los países que invirtieron en los proyectos de desarrollo tecnológico dominó a los acuerdos iniciales y las brechas entre quienes podían acceder a las vacunas y los que no, comenzaron a crecer. Hoy día los países de la Unión Europea están por detrás en la vacunación con respecto a Estados Unidos y el Reino Unido, y las naciones de América Latina resienten la falta de insumos, quizá con la excepción de Chile, México y Brasil que han logrado negociaciones estratégicas con las naciones de Occidente, China y Rusia.Luego de un año de intensas disputas geopolíticas las lecciones se ven con más claridad: los países que tomaron riesgos económicos e invirtieron en sus compañías en el desarrollo de la vacuna tuvieron ventajas: Estados Unidos, Reino Unido, China, Rusia, mientras que las naciones que se mantuvieron en espera de comprar resultaron vulnerables. Aun naciones con una amplia base tecnológica como Francia o Alemania quedaron rezagadas en el proceso y han tenido que pagar un precio político y económico. La actitud pasiva no funciona ni funcionará.México desarrolló una estrategia inteligente mediante negociaciones asertivas que se vieron afectadas por las prioridades establecidas por las naciones que desarrollaron las vacunas y establecieron condiciones, prioridades y replantearon las negociaciones. Con un gran esfuerzo se han vacunado a casi cinco millones de personas una fracción aún menor de la población adulta.Los mecanismos multilaterales de las Naciones Unidas, la OMS y otros han sido rebasados, por lo que se requiere replantear estructuralmente sus funciones cuando las amenazas a la salud de la humanidad se presentan.Resulta profundamente injusto que ahora mismo millones de personas que viven en naciones con escaso desarrollo no tienen aún acceso a las vacunas y que sean los intereses económicos y políticos los que impidan la protección a la salud de sus habitantes. De la fortaleza de estos mecanismos dependerá la capacidad de responder con equidad y respeto a la dignidad humana a amenazas pandemias en el futuro.Resulta grotesco enterarse de las disputas entre las compañías por acreditar o desacreditar una vacuna con propósitos comerciales. La humanidad merece que las instituciones internacionales sean garantes de la calidad de las vacunas, del acceso a las mismas y de la verificación de medidas para cuidar a la población. Lo que hemos vivido en este año pone en evidencia su debilidad y dependencia.En el caso de México queda clara la necesidad de fortalecer su base tecnológica en la materia y el establecer acuerdos con los factores de una industria cada vez más estratégica. Ahora mismo la región norteamericana registra una baja enel número de casos y hospitalizaciones con respecto al pico de fin de año, pero en Europa y Sudamérica las tendencias no son buenas. La respuesta al cuidado de la salud de las personas no debe limitarse por las fronteras. La pandemia y los restos del populismo de Trump ha dejado una valla que habrá que superar en la región y hay un trabajo enorme para fortalecer a las instituciones internacionales en el mundo.