Viernes, 26 de Abril 2024

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Historia de un fraude telefónico

Por: Jonathan Lomelí

Historia de un fraude telefónico

Historia de un fraude telefónico

Por fin convencí a Andrea de contarme su historia. Tras mucho insistir, ella y su pareja, Raúl, acudieron a cenar a la casa. Para animarla, le conté que Victoria, mi otra invitada, sufrió la clonación de su tarjeta de crédito y todavía espera el veredicto del banco.  

Andrea encendió un cigarro y comenzó su relato:

Es que te sientes una idiota. A muchos les ha pasado, te lo aseguro, pero por pena nadie lo cuenta. Hace una semana me habló por teléfono al trabajo un supuesto proveedor de la empresa, un tal Alberto Sánchez. Cuando contesté me llamó por mi nombre y preguntó por mi jefe, pues había quedado para comer con él, pero no aparecía.  

Ahora que lo analizo, comenzó a darme información fidedigna para inspirarme confianza. Él sabía que mi jefe había ido esa mañana a la oficina, que se había salido media hora antes y otros detalles. Incluso mencionó lo de un viaje la próxima semana, todo cierto.

De pronto, el tal Alberto Sánchez me dijo que mi jefe le estaba llamando: que tuvo un accidente y atropelló a una señora y a su hija al evitar un choque con una motocicleta en Providencia. Que mi jefe estaba muy alterado, que necesitaba ayuda y no quería armar un escándalo ni que nadie se enterara. Yo le marqué a mi jefe, pero sonó ocupado.

En eso, el tal Alberto Sánchez me comunicó, dizque a petición de mi jefe, con el ajustador, un tal César Trujillo, quien me narró que los vecinos querían linchar a su cliente y que el padre de la menor había llegado. Que para desistirse y dejarlo libre, el padre de la niña exigía 103 mil pesos y él iba a negociar. Que mi jefe estaba retenido.  

El tal Alberto insistía en que mi jefe estaba muy agobiado, lo iban a encarcelar y pedía mi ayuda y completa discreción. Que él me pagaría esa misma semana. Así que hice tres depósitos a cuentas en BBVA y Santander por un total de 25 mil pesos, lo que pude juntar.

Creí que lo había ayudado. Ya por la tarde, de regreso a la casa, me llamó mi jefe y me di cuenta del engaño. Iba manejando y allí me cayó el veinte, me paré y lloré de la frustración, estás bien pendeja, me decía.

¿Qué pienso ahora? Me tenían súper estudiada. Me dio mucha información correcta. Me dicen que en estos casos hay gente del trabajo coludida. La del aseo, unos días antes, dejó su celular cargando en mi cubículo y me preguntaba cosas extrañas como las funciones o tareas de mis compañeros.  

La denuncia está en Fiscalía. Tengo un amigo gerente en el banco y rastreó una de las cuentas a donde deposité. Está a nombre de una mujer que recibe depósitos de 10, 15 o 20 mil pesos y los saca en seguida. Dice que trae movimientos de 150 mil pesos en promedio al mes.

¿Creen que estoy bien idiota? Les aseguro que le ha pasado a mucha gente. Soy abogada, si me pasó a mí, te puede pasar a ti.

El debate se prolongó hasta la madrugada.

Yo sólo insistí en un punto clave: ¿Cómo es posible que haya llamado tres veces a su jefe y sonó siempre ocupado?

-Es que llaman a la persona al mismo tiempo para evitar que los contactes -apuntó Victoria.  

Pero es sólo una hipótesis. 

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