Miércoles, 24 de Abril 2024

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Cuando el trabajo no paga

Por: Jonathan Lomelí

Cuando el trabajo no paga

Cuando el trabajo no paga

No sólo lo que está dentro de la lógica del mercado y del capital se puede llamar trabajo. El trabajo doméstico no produce un bien económico o un producto sino algo más valioso e inmaterial: bienestar familiar y una predisposición anímica más favorable hacia la vida (lo que eso signifique para cada quien). Un centro laboral se mide en horas de trabajo y rendimiento económico. La economía doméstica se mide en calidad de vida. Y este trabajo no remunerado lo realizan mayormente las mujeres.

El INEGI publicó su Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT, 2019) que realiza cada cinco años y por primera vez aterriza información a nivel entidad. En México, las mujeres trabajan en promedio 6.2 horas más a la semana que los hombres. En Jalisco, esa brecha es ligeramente menor: las mujeres laboran 5.6 horas más a la semana en promedio.

Sin embargo, la diferencia se ahonda aún más si separamos el trabajo remunerado y no remunerado. En promedio, a nivel país las mujeres dedican 24 horas más a la semana al trabajo doméstico en comparación con los hombres.

Aunque no encontré una relación directa en Jalisco entre productividad y trabajo en el hogar, hay un hecho irrefutable: en general los hombres dedican más tiempo al trabajo para el mercado; casi en la misma proporción adicional que las mujeres dedican al trabajo doméstico no remunerado (Ver Gráfica 1). En la preparación de alimentos, limpieza del hogar y ropa, la mujer dedica más del doble de tiempo que el hombre. Esto habla de que el trabajo doméstico, en apariencia improductivo para el mercado, es una parte fundamental de la economía. Y asignarle su valor social y económico es una deuda que tenemos con las mujeres. 

Mientras a una mujer se le exige igualdad de competencia en el mundo laboral, en el hogar mantiene un reparto desigual de las cargas de trabajo. Y de la brecha salarial, de esa después hablamos, pero en Jalisco una mujer gana hasta un tercio menos cuando sólo tiene la educación primaria; la diferencia se reduce a mayor escolaridad: a nivel doctorado, una mujer gana en promedio sólo 7% menos. Un hogar se mide también en horas, recurso no renovable,  pero su producto es una forma determinada de vida que también es motor del país.

Lo que demuestran estos datos es que los roles de género aún influyen grandemente en las dinámicas del hogar. La transformación tecnológica y económica del país, además de la inserción de la mujer en el mundo competitivo y laboral, no la han alejado del modelo de familia tradicional y de la desigualdad. El cliché de que la mujer tiene que trabajar “el doble” (y sin paga) nunca fue más cierto y demostrable.  

GRÁFICA 1

Apéndice

En el archivo histórico del INEGI encontré esta Encuesta Nacional sobre Trabajo, Aportaciones y Uso de Tiempo realizada en 1996 que mostraba la distribución del trabajo doméstico entre hombre y mujeres en México (Ver Gráfica 2).

Metodológicamente no es comparable con los ejercicios actuales. Pero vale la pena preguntarse: ¿habrá cambiado algo casi un cuarto de siglo después?   

GRÁFICA 2

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