Viernes, 19 de Abril 2024

LO ÚLTIMO DE Ideas

Ideas |

Continuismo o recomienzo

Por: Augusto Chacón

Continuismo o recomienzo

Continuismo o recomienzo

Un problema que tienen los ricos, los famosos y los intelectuales destacados, mujeres y hombres, es que los primeros no gastan el dinero como lo haríamos nosotros, los segundos usan su fama de manera completamente equivocada, no se valen de ella como lo haríamos nosotros, y los últimos toman posturas, ante lo público, muy extrañas, ajenas a la sensatez y al pragmatismo que nosotros emplearíamos si estuviéramos en su lugar. Por eso el mundo está como está. Podríamos añadir en la lista a los políticos; qué distinto y bueno sería todo si estuviéramos en su lugar. Es decir: para que las cosas sean como de ensueño utópico nomás faltamos nosotros, armados con la riqueza, la fama, la inteligencia y la capacidad de decisión de los que ahora desatinadamente mangonean los asuntos que son o terminan volviéndose comunes. Por lo pronto en el imaginario compartido.

Este mecanismo mental lo podemos resumir con la desafortunada frase célebre del General Anaya ante las fuerzas estadounidenses de ocupación en 1847: si tuviera parque ustedes no estarían aquí; algo así como: las balas que ustedes nos tiran yo las usaría para dispararles a ustedes, y como le quedó el ojo, General Twiggs (quien preguntó al General hoy convertido en estación del Metro en Ciudad de México dónde estaban las municiones). Inscrito el mecanismo en la historia Patria, es un gesto que aflora tan pronto enfrentamos dificultades o cuando el asunto que tratamos de entender es complejo: no soy yo, que no tengo parque, son todas esas y todos esos que teniéndolo no lo aprovechan en lo que deberían ni como deberían. A lo que le siguen dos actos de fe de ese multitudinario yo que se autoexculpa; el primero, esperar que las cosas cambien; el segundo, anhelar que las sucesivas mudas de gobierno, trienales o sexenales, traigan aparejadas lo necesario para que los que tienen la obligación, la responsabilidad y las posibilidades de, por ejemplo, instaurar la seguridad pública, por fin estén a la altura. 

La manera de quebrar este ciclo viciado ha sido sólo discursiva: cada cual tiene que hacer su parte, toca inmiscuirnos en lo que hacen los gobernantes para que a su vez ellos se hagan cargo de que quienes tienen el poder económico no acumulen capital desentendiéndose de los parámetros de igualdad y justicia que establece la Constitución, etc. Pero dar con una forma eficaz, en los hechos, más acá de las palabras, de frenar la dañina inercia política y la de la escasa participación (factores que condicionan en buena medida el desenvolvimiento de la economía y la rendición de cuentas) no luce tan a la mano; o sea, no basta el voluntarismo azuzado por arengas, resulta efímero y se topa con el vallado duro del cinismo que ostentan los conformantes de la clase política y sus aliados. ¿Por qué quienes conducen a la sociedad habrían de hacerlo de otro modo? Así como se desempeñan les va muy bien. A ellos el discurso sí les funciona, crean realidades objetivas: están seguros, seguras también, de que basta que invoquen los indicadores de bienestar, de justicia, de seguridad, de bonanza económica para que lo que indican se torne concreto, disfrutable, si los demás no reconocen que ahí está, si la vida de la mayoría es casi de sobrevivencia, no es su problema, bastante hacen, insinúan, con arreglar el “cochinero que les dejaron” otros como ellos, y con mantener a raya a sus rivales que con impunidad esgrimen realidades espurias.

Parece un esquema imbatible; es poco lo que desde fuera se puede hacer para modificar el estado y por eso, aventuramos, es que en la aurora de 2022, en medio de tantas penurias para tantos, el mundillo político y sus afluentes (algunos de la vertiente criminal) ya tienden un puente directo al 2024 electoral, único fin que es de consenso entre ellos y que concentra los afanes que pondrán en juego en la arena pública: que si la inseguridad, la crisis económica, la pobreza, la corrupción, el medio ambiente, las violencias contra las mujeres, atosigan a quienes confieren a esos temas estatus de realidad, les corresponde a ellos, a los mandamases, edificar el viaducto que pasará por entre esas fruslerías; a unos los llevará a trascender el sexenio, federal y estatales, con cargo al erario, los otros serán forzados al pantano en el que por un periodo se hundirán, hasta que puedan amarrar un lazo para izarse al pasadizo que va de la simulación vieja a la nueva, aunque bien miradas sean constantemente la misma.

Si nos asomamos a la metafórica armería aparentemente tendríamos soporte para el argumento excusa: es poco el parque, con más quizá ellos no estarían ahí, al menos no en carácter del enemigo. En el inventario hay una dosis de libertad, derechos con poco uso, pero vigentes, medios para sacar a la transparencia mucho de lo que ellos y ellas hacen, cierta utilidad sancionatoria del sufragio y la capacidad, menguante, es verdad, de asociarnos, solidarizarnos, para lo que nos beneficie. Sólo que nos hemos dejado llevar por la historia que les conviene pergeñar y, casi sin notarlo, nos montamos en su forma de entender la vida nacional: un puro batallar electoral desde el que nos hacen creer que debaten para ponerse en vías de resolver lo que para la gente es importante: legislan, pero no ejecutan, diagnostican, pero no curan, y se reparten el botín, eso sí. Que 2022 sea el año en el que renegamos de su narrativa: lo importante está en las casas, en las calles, en las escuelas, en las empresas, en el campo, ciudades y pueblos, no en las tribunas, incluida la de cada mañana en Palacio Nacional, que a golpe de falsedades y autocomplacencia perdieron eficacia y lustre. A lo mejor son ellos los que se están quedando sin parque.

agustino20@gmail.com

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones