Martes, 16 de Abril 2024

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- Pugna

Por: Jaime García Elías

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Por congruencia, según sus simpatizantes; por tibieza, según sus detractores (que no necesariamente “adversarios”, dicho sea de paso), las autoridades, ayer, franquearon el paso a los manifestantes “anti-AMLO” que desde el sábado montaron decenas de tiendas de campañas en plena calle, a inmediaciones de la Alameda Central, y les permitieron trasladar su campamento al Zócalo de la Ciudad de México. Lo hicieron ordenadamente, en respuesta a varios amparos promovidos por los manifestantes y concedido en forma expedita por los jueces. Lo hicieron, además, ocupando la parte poniente de la Plaza de la Constitución, y dejando libre la oriente para las marchas ciudadanas de protesta -por la masacre de Ayotzinapa, de la que el sábado se cumplen seis años, entre otras- programadas para los próximos días.

-II-

Cualquiera diría que pueblo y Gobierno de México dan al mundo una lección de civilidad: grupos e individuos de la sociedad civil ejercen su derecho a manifestarse en contra de las autoridades, e incluso a “exigir” su renuncia inmediata, y las autoridades no solo permiten, sino facilitan tales expresiones...

No hubo represión. No hubo escenas como las ocurridas en circunstancias similares en otras latitudes -en países “del Primer Mundo” incluso (Estados Unidos muy particularmente)-, en que la fuerza pública obstruye, enfrenta y disuelve esas marchas valiéndose de macanas, cañones de agua o balas de goma. Es más: el propio Presidente López Obrador ha invitado a los manifestantes a extender por días, semanas o meses sus protestas, convencido -según sus reiterativas declaraciones- de que el 70% o más de los ciudadanos aprueban las decisiones que una minoría (de “conservadores”, “neoliberales”, etc.) reprueba.

-III-

Que haya división de opiniones con respecto a las decisiones gubernamentales, es lo normal en toda democracia que se precie. Que las posiciones -a favor o en contra- se radicalicen, en cambio, no es lo normal. La prueba está en que son excepcionales los países en que la controversia ciudadana se lleva en forma multitudinaria a la plaza pública. De ordinario, el pueblo espera a las elecciones para expresar, mediante los votos, su sentir...

En el caso, el temor es que enfrentamientos como los ocurridos el martes, pasen de la confrontación verbal a la violencia física... y eventualmente -toquemos madera- a la tragedia.

Por lo demás, conviene tener presente que quienes promueven cambios son los que no se han visto favorecidos: nadie que tiene pokar de ases en la mano pide que se vuelvan a barajar las cartas.
 

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