Viernes, 26 de Abril 2024

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- Caldo de cultivo

Por: Jaime García Elías

- Caldo de cultivo

- Caldo de cultivo

Ninguna de las medidas aplicadas, aquí y en China -literalmente-, para reducir las posibilidades de contagio y contrarrestar el embate de la pandemia de COVID-19, es fácil. Todas implican molestias, sacrificios, costos, renuncias obligadas -aunque parciales- a la libertad individual. Todas tienen sus bemoles. Algunas, empero, son especialmente complejas; más problemáticas que otras. Las relacionadas con el transporte público, por ejemplo…

-II-

En efecto: un porcentaje significativo de la población ha eliminado -o reducido, al menos- viajes, salidas, paseos, desplazamientos de cualquier tipo, salvo por causas de fuerza mayor; centros escolares, cines, teatros, estadios y similares, están cerrados desde hace diez meses, y su reapertura no se vislumbra en el futuro próximo; por todas partes -en bancos, comercios, iglesias, mercados, etc.- se aprecian restricciones y medidas de control encaminadas a hacer efectivo el distanciamiento social recomendado y aun exigido por las autoridades…

En el transporte público, sin embargo, la aplicación de las normas por parte de los prestadores del servicio y su estricto cumplimiento por parte de los usuarios, se dificulta especialmente. Reducir la frecuencia de paso o restringir el aforo de las unidades para propiciar el distanciamiento físico de los pasajeros y reducir el riesgo de contagios, sería lo ideal… pero no es posible.

La posibilidad, al menos, de “sanitizar” las unidades, al decir de los propios conductores (“Milenio”, II-4-21, p. 10) -que también pueden contagiarse… y contagiar a sus familiares-, se dificulta por dos razones: una, el criterio absolutamente mercantilista de sus patrones, que no les dan entre vuelta y vuelta el tiempo necesario para medio-limpiar asientos, tubos, puertas, vidrios y pasamanos con alguna solución clorada, al menos; y otra, la miopía de los (o las) agentes viales, que los infraccionan si se detienen en las terminales a realizar labores de asepsia, por mínimas que sean, cuando se supone -si no fuera cierto que “el sentido común es el menos común de todos los sentidos”- que debería ser exactamente al revés: hacer obligatorios el saneamiento y la desinfección, y supervisar -y aun exigir, bajo pena de sanción económica- que se realicen.

-III-

Podrá decirse que el transporte público, por su propia naturaleza, es caldo de cultivo para cuanto bicho amenaza la salud y la vida humana, o que el impacto de las acciones sugeridas no sería significativo… Sin embargo, ninguna medida encaminada a reducir, así sea en una proporción mínima, los contagios, enfermedades y muertes latentes a raíz de la pandemia, sale sobrando. ¡Ninguna…!

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